Rosario (Tercera y última parte)

Esto llega a su fin, un alivio para aquello que habéis seguido mi viaje a través del blog. No os voy a engañar, amenazo con más relatos viajeros, con o sin rumbo. Pero de momento, voy a contaros mis (nuestros) últimos días en Argentina.

Ya sólo nos queda el fin de semana. El viernes por la mañana fuimos a los centros del Programa Crecer, que están situados en los barrios más pobres, en este caso de Rosario. Allí trabaja Norma y unas cuantas personas más que intentan dar una educación y un trato adecuado a niños que viven y crecen en familias en situaciones bastante difíciles.

Creo que es una labor digna de alabar, ya que este país está lleno de desigualdades y sin la ayuda de este tipo de programas las diferencias nunca se limarían.

Por la tarde salimos de nuevo de paseo. Primero fuimos a visitar a parte de familia que aún no conocíamos (Antonia, la hermana de Iris, y su hija Nora), estuvimos en su casa un rato, otro encuentro con las raíces, de esos que se valoran por lo que significan.

Después, paseamos por el Parque Independencia, el pulmón verde de Rosario. Es como el retiro rosario. Dividido en partes: una rosaleda, un estanque, un parque infantil, un zoológico… y un almanaque de flores que cada día cambia su fecha.

Y por la noche, cenamos en los antiguos silos Davis, que ahora albergan un museo de arte contemporáneo y un restaurante moderno, donde se reúne la jet de la ciudad. Como no podía ser de otro modo, con unas vistas al río espectaculares en el que se refleja una luna casi llena.

El sábado fue un día de sorpresas. Sabíamos que íbamos a navegar en barco por el río Paraná, pero no esperábamos un barquito así y una compañía y ese paisaje y todo. Fue espectacular. Salimos a las 12, de un embarcadero lleno de barcos, yates y veleros. Pasamos la mañana
navegando río abajo, en dirección a Bueno Aires, pero sin llegar hasta allí, es más sin salir de Rosario.

Desde allí vimos la cara oculta de los viejos embarcaderos hundidos junto al Parque España. Vinos la pobreza que se aloja debajo de los silos Davis, en los que habíamos cenado la noche anterior. Vimos los edificios desde otra perspectiva. Tomamos el sol en la cubierta. Almorzamos
unos sándwiches a la sombra… Fuimos río arriba. Pasamos por debajo del puente Rosario-Victoria, llegamos a Puerto Pirata y fuimos a comer. Después tomamos los primeros rayos de la primavera (los últimos de ya concluido verano español). Y seguimos rodeando islas, sin rumbo aparente, pero sí. Acabamos en el islote en el que San Martín ganó la batalla a los españoles. Y de nuevo de vuelta, casi nos alcanzó la noche. Rodeados de calma, en un río que si no fuera porque no huele salitre y tiene un color marrón, cualquiera diría que es el mar.

Cenamos en casa y quedamos con Norma para acabar de vivir una noche de concierto de cantautores con sabor cubano, argentino y español, en el Mano a mano (antiguo cine Gardel).

Por último, el domingo, como una gran traca final, nos reunimos con toda la familia que pudo, en la quinta de Funes. Nos despidieron a lo grande, conocimos a unos cuantos “primos” más, disfrutamos de un típico asado argentino, los pumas ganaron un partido más del mundial de
rugby… lo único malo es que Rosario Central perdió contra River, jeje.

Echamos el resto y fuimos a cenar al Restaurante León, donde la especialidad en postres es la copa León. Pedimos una con siete cucharas. No podíamos comer más de lo que lo habíamos hecho durante las últimas semana.

El lunes viajamos a Buenos Aires. Paseo de última hora, con lluvia, como no. Y el martes volamos a Madrid.

Fin de las vacaciones, que me han ocupado unos cuantos posts del blog. Espero poder seguir añadiendo más y más a mi apartado de “Viajes”. Unos cuantos proyectos están en mente…

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.